Las mujeres nos comemos el mundo
En la Grecia de Platón y Aristóteles ser mujer, no era, desde luego, algo deseable. Las mujeres tenían el mismo status social que los esclavos, lo cual suponía que no tenían derechos cívicos de ninguna clase, ni participación política.
Por lo menos, resulta algo reconfortante que no todos pensaran igual. Detrás de esa forma de ver la realidad existían filósofos como Platón que reconocían como personas de una misma naturaleza al hombre y a la mujer, haciendo lógica la idea, en un mundo irracional en este sentido, de que debían recibir las mismas oportunidades a través de una educación igualitaria.
Este artículo está redactado sin ánimo de relacionarse con el feminismo, ni de posicionarse en contra de los hombres, sino como modo de oda a la mujer, una forma de resaltar mi visión personal de las maravillas que podemos llegar a hacer, de todas las virtudes que tenemos y de todos los “super” que arrastramos en nuestro día a día:
Superioridad: de manera accidental, en 1776 se autoriza el primer sufragio femenino al usar el término “personas”, en lugar de hombres. A pesar de su abolición unos días después, sirvió para abrir la veda a nuevas oportunidades de igualdad. De esta forma las mujeres empezarían a verse, no como superiores a los hombres, si no como algo más de lo que podían ser en realidad, superiores a lo que muchas pensaban que eran realmente.
Supercontrol: Las mujeres han estado muy mal representadas en los Gobiernos, los Parlamentos y los consejos de administración de las empresas. Ha costado un gran esfuerzo, y aun cuesta, esta lucha interminable en muchos países, para que las mujeres puedan acceder a un trabajo decente donde no sufran diferencias por el sexo. Por estas razones, la igualdad de la mujer se incluyó en el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas y ha sido una de sus principales misiones desde su fundación. Desde entonces intentan ejercer un control extra y continúan luchando, especialmente desde el de la paz y la seguridad al de la eliminación de la violencia y en planes de acción.
Superpoderes: a modo de chiste, siempre se han hablado sobre los capacidades polifacéticas de las mujeres. Reiterándome en que eso no se trata de menospreciar a los hombres, si no de ensalzarlas a ellas, desde hace muchos años las mujeres han sido amigas, trabajadoras, amas de casa, amantes, madres y todo ellos sobre una altura de 12 a 18 cm de más y la más tierna sonrisa siempre.
Supremas: a lo largo de la historia la mujer no sólo ha sido musa de miles de artistas sino que se han convertido en arte propiamente dicho. El uso de lo femenino como tema, medio o soporte en el arte es algo manifiesto e indiscutible; ya fueran las curvas y anchuras de las divinidades lo que más atraía en el momento, o los cuerpos delgados y labios carnosos de otros siglos. Vestidas, desnudas, tumbadas o sentadas, las mujeres son arte por su fisonomía casi perfecta, bellas y distintas de los demás seres, lo que las convierte en un ente indiscutiblemente supremo. Si quieres conocer más sobre la evolución de los cánones de belleza de la mujer no te pierdas este pequeño artículo de Noemí Rivera.
Supervivientes: una cuestión hasta día de hoy obvia, y es que somos las protagonistas de la supervivencia humana. Aunque no esté regulado en todos los países por igual, tenemos el derecho a decidir sobre la vida de nuestros sucesores y el poder más valioso de todos que es darle la vida a otras personas. Somos las madres del mundo, que sobreviven a 9 meses de cambios hormonales, efectos secundarios y dolorosas intervenciones para el fin vital. Descubre aquí cómo la revista Woman define a las mujeres del siglo XXI.
Superprofundas: además de tener la misma capacidad que los hombres para adquirir conocimientos, tienen un valor especial que no todos los demás seres tienen: capacidad para llegar a lo más profundo de una persona. Las mujeres sienten la necesidad de escuchar, de contar, de confiar y de desahogarse por el simple hecho de hablar, no por la búsqueda de una solución a un problema. Muchas veces nos tachan de cotillas, habladoras o marujas, pero lo que ocurre es que sabemos llevar los límites de la comunicación a otros sentidos que a los hombres les cuesta entender un poco más, aunque ellos también necesitan del cariño y la comprensión de una mujer en numerosas ocasiones. Las suaves manos de una mujer, la dulzura de sus labios, o la expresión de cariño que puede nacer de sus brazos son irremediablemente únicas y femeninas.
Por eso, hoy especialmente me siento muy afortunada de ser mujer, de ver que tengo muchos valores como persona pero también unas cualidades que me hacen única, que nos hacen únicas a todas y cada una de nosotras. Es necesario que sepamos valorarnos sin creernos superiores a los hombres, pero que nunca perdamos ese espíritu luchador que desde que éramos consideradas esclavas de la sociedad masculina y con el que comenzamos a cambiar esa realidad.
Como dijo Clarissa Pinkola todas somos especiales y siempre debemos recordarlo:
«Deseo que hoy experimentes paz dentro de ti, que confíes que te encuentras exactamente donde debes estar, que no olvides las posibilidades infinitas que nacen de la confianza en ti misma y en otros, que utilices los dones que has recibido y que transmitas a otros el amor que se te ha dado.
Deseo que estés feliz contigo misma por lo que eres.
Deja esta sabiduría asentarse en tus huesos y deja a tu alma cantar, bailar y amar libremente. Está ahí para cada una de nosotras».
Y ahora, afrontemos esta nueva semana con todas nuestras armas.