Mi única reflexión
Hace unos años, gané el XVI Concurso de Cuento ilustrado de la Comunidad de Madrid. El tema que teníamos que tratar era «la educación para la paz» y esta mi historia. Para todos aquellos que no pudieron comprar el libro, y que no lo pudieron leer, espero que os guste esta versión semi remasterizada. Y para todos aquellos que conozcan historias sobre la paz no duden en compartirlas aquí! Saludos!
¿Qué cómo definiría yo mi vida? Difícil, gris y dura.
Para la mayoría de la gente es difícil de creer, pero así es.
En todos los países del mundo, puedes ver las estrellas en el cielo de noche, en algunos, es un poco más difícil por tanta contaminación y los ciudadanos se conforman con el resplandor de la luna iluminando sus casas. En el mío las únicas luces que puedes ver son las pocas farolas que sobreviven a las pedradas, la marea de humo y luz que producen las granadas al ser lanzadas y las velas que puedes encontrar agrupadas en algunas zonas de las calles recordando a quien pereció en esquina.
Mi nombre es Shalima, soy una chica de Irak de 16 años, y que al igual que muchas otras personas sufre las consecuencias de la guerra y la devastación que cada día se produce allí. Gente que vive, gente que sobrevive; gente que muere, gente que lucha; gente que no puede luchar y se esconde, pero aquí ya nadie entiende sobre valientes y cobardes.
Poca gente elige esto, poca gente elige vivir aquí, desde que naces te acostumbras a una vida diferente de lo que debería ser una vida real. Aquí nacemos predestinados , a esconderse, o a morir.
Siempre he pensado que nuestra vida la decide el azar, o el karma o el sino como nosotros decimos. Definitivamente, yo no he tenido la misma suerte que todos vosotros; he vivido quince años en esa casa de allí, medio derruida, sucia, llena de polvo y casquillos, sin más familia que mi marido con el que me casaron hace 9 meses, días antes que mi familia muriera en un atentado de la zona sur. No puedo quejarme de él, no se si algún día llegué a amarlo, y agradecida me siento porque nunca me trató mal, parecía sentirse orgullosos de mi y nunca dudé en corresponderle lo mejor posible.
Pocas veces salía a la calle, ya que él tenía que ir a luchar, o a participar en alguna revuelta; cuando salíamos yo siempre me quedaba cerca de él, cumpliendo las dos reglas de oro: el burka siempre cerrado y sin levantar nunca la mirada. Son pequeños detalles que te van enseñando sobre la vida, detalles que significan mucho pero que no todos saben apreciarlo de la misma manera…. ¡Ay! Si vosotros supierais las de cosas que me hubiera gustado poder expresar con una simple mirada…
Al margen de la avaricia, la codicia, los intereses políticos y económicos yo no entiendo porque personas inocentes tenemos que vivir en esta situación. Siempre me he preguntado porque la gente de fuera no ofrece la suficiente ayuda, pero si mandan armas, armados y luchadores, como si no fueran suficientes los que ya tenemos aquí. Por supuesto, todo esto que os cuento, debe ser un secreto, siempre deberá quedarse en mis pensamientos, nunca se me ocurriría hablar en alto, ya que podría ser la última vez que lo hiciera…
Todo el mundo cree en la libertad y lucha por ella, también la piden por otros y la desean sobre todas las cosas; pero es mucho más complicado creerlo si se vive en mi país. En mi país todas las mujeres rezamos cada noche, porque al día siguiente se acaben estas atrocidades, porque esa granada se quede atascada, porque se acaben las balas para las escopetas, porque no mueran más niños… Deseos que nunca son escuchados.
Pero nunca perdemos la esperanza, es lo único que nos queda. Nunca se termina, nunca te lo puedes quitar de la cabeza, de noche es incluso peor; cuando sales a la calle y ves una ciudad devastada, echada a perder, ves que tu ciudad muere cada día, y se lleva consigo millones de personas inocentes que luchan por un sinsentido. Podréis vernos cada día en vuestros televisores, pero nunca lo podréis imaginar.
De esta historia podría hacer miles de cuentos, la mayoría con un final muy trágico, pero con esperanza en aquellos que todavía tienen ilusiones y sueños porque esto termine bien, porque todo esto acabe y vuelva a ser la ciudad que fue; sin armas, sin guerras, sin muertos, sin estúpidas luchas políticas, donde podamos respirar el dulce olor a paz.
Me gustaría salir a la calle sin tener miedo, sin tener que pensar que la próxima puedes ser tú, que la próxima vez que cierre mi puerta no van a acribillarme y que toda una vida de terror y pánico tiene el final que todo el mundo augura.
Un día, conocí a una chica como vosotros, tal vez un poco mayor, que vino como voluntaria a ayudarnos en el cuidado de los enfermos y heridos de guerra. Se llamaba Carmen.
Gracias a ella entendí un poquito más cuan diferente es la vida en otros países del mundo. Me contó cosas maravillosas sobre España: hay escuelas en todas las ciudades, tiendas de todo tipo donde la gente puede comprar hasta llegar a la desmesura, comida: mucha comida y buena comida, parques, niños felices que juegan en ellos y sonrisas y fiesta… También me contó cosas difíciles de creer: muchos niños no desean estudiar y nunca terminan el colegio, muchos tiran la comida que su madre les prepara cada día, otros tantos desperdician litros y litros de agua, cuando pueden usarla para ducharse incluso más de una vez al día; otros son superados por las drogas el juego y la codicia, los poderosos muchas veces, roban dinero a los pobres para dárselo a los ricos…
Yo no podía entenderlo, ¿cómo es posible que teniéndolo todo sean así? No quería ni imaginarlo. Estaba claro, que la paz para quien la tiene no hace mejores a las personas.
Esa fue mi única reflexión, la que ella me mostró ese día; seguramente, Carmen, cuando volviera a España aprovecharía las cosas al máximo, y no sólo las materiales, si no cada momento de su vida, cada minuto de soledad y cada noche de fiesta y alegría, así como una vida de lujos modestos y de amor en la familia. Sería un privilegio, que ya que no todos podemos disfrutar, me gustaría que ella valorada.
Vivir en paz, la ilusión de muchos países, que como el mío, luchan cada día por algo mejor.
Y ¿por qué os cuento esto? Porque ahora, desde donde yo veo las cosas todo es mucho más claro. Desde la tranquilidad y la seguridad desde la que yo miro ahora todo es mucho más real.
Fue algo rápido, casi fugaz; hace tres días salí a la calle cuando al girar la esquina de mi casa una granada cayó ante mis pies y explotó, sólo pude cerrar los ojos y cuando los abrí aquí me hallaba, en la parte más alta del cielo.
Desde aquí todo se ve diferente y guardo mi esperanza en todos aquellos que al igual que yo desean un mundo mejor y luchan por el de manera pacífica. Desde aquí les envío fuerzas para que llegue un día en el que nuestros deseos se cumplan y puedan vivir en un mundo de paz y felicidad.
Yo estuve aqui